domingo, 7 de julio de 2013

HUMBERTO FIERRO


Humberto Fierro

(1890-1929)





En Humberto Fierro damos con la actitud más estetizante del modernismo ecuatoriano. Señorial en sus maneras líricas y celoso de la perfección formal, no es, sin embargo, frío, ni mucho menos. Es un simbolista de corazón unas veces trémulo (¡esos dos últimos versos de “El fauno”!), otras vibrante (el júbilo interior de “Pascua de resurrección”). El poeta, dado, como todos sus compañeros, a saborear tedios y amarguras, sabía que el arte tiene sus poderes y ama las distancias. Y recató sus sentimientos en la rica alusión cultural. Solo el hastío de vivir y la melancolía pusieron una pátina nostálgica en todos esos castillos, cacerías, ojivas de piedra, selvas, náyades, faunos, antigüedades y lacas. Convirtieron lo que en manos de un parnasiano pudieron haber sido espléndidos paneles en postales un tanto tristes de asordinada música. Jugó con las tintas más añejas y nostálgicas de Wateau, Corot y Fragonard, sólo para terminar por sumirse en la más dolorosa desnudez del sentimiento. Apenas un matiz de contención y densidad intelectual separa “Dilucidaciones” de los cantos desgarrados de Noboa Caamaño.



A CLORI

Para que sepas, Clori, los dolores
Que tus ojos divinos me han causado,
Dejo escrito en el álamo agobiado
del valle de las fuentes y las flores.
Ni en las églogas tienen los pastores
Una amada que más hayan soñado,
Ni Paolo a Francesca ha contemplado
Bajo lunas más nítidas de amores.
Y así fuera en tu espíritu querido
La Pluvia que Dánae recibiere,
O muriendo como Atys en olvido.
O triste como Sísifo estuviere,
Te diré con mis versos al oído
El Amor es un Dios que nunca muere.

EL FAUNO
Canta el jilguero. Pasó la racha.
Entre los mirtos resuena el hacha.
La rosa mustia se inclina loca
Sobre su fuente, cristal de roca.
El fauno triste de alma rubia
Tiene en sus ojos gotas de lluvia.




NAVEGANDO

Son las tardes de zafiro
que idealiza el plenilunio,
¡hermosas tardes de junio
de hálito como un suspiro!

Tan azules que en las sumas
claridades de los cielos,
son los montes terciopelos
suspendidos en las brumas.

Y el Poniente, todo brillo,
se desangra en amapolas,
propicio a las barcarolas
como un otoño amarillo...

Pensativo en mis ayeres
muchas veces, como antes,
he buscado esos instantes
en la barca de Citeres.

Mas de esa época florida
sólo quedó la tristeza
que deshoja la Belleza
en la copa de mi vida. 



PENSIEROSO
Hay flores que resaltan en la grama
de los templos caídos, tristemente
como surge en el fondo de la mente
un recuerdo que nunca se embalsama...

Una amapola roja que recama
las olas del trigal, navega ardiente
a plena luz: alma de adolescente
que los días marchitan con su llama.

La liana que muestra cariñosa
su abrazo pasionario, de la fosa
me brinda evocaciones: ¡de mi vida!...

Y emblemática y triste en mil regiones
vi una flor que del hálito impelida
fuga en el viento como las canciones...

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